
El señor Portokalos (Michael Constantine): el frontón de su casa es griego; el limpiacristales… también.
En 2002 se estrenó una comedia romántica, aparentemente del montón, pero que destacaba por su tratamiento ácido del patrioterismo y del orgullo étnico desmedido: Mi gran boda griega (My Big Fat Greek Wedding), dirigida y protagonizada por la canadiense Nia Vardalos. Una chica treintañera, americana pero de ascendencia griega, se enamora de un compatriota de origen anglosajón. Los dos están dispuestos a llevar adelante su relación pero el padre de ella, un emigrante griego que llegó a Norteamérica con cuatro perras y que ahora regenta un restaurante de éxito, no está dispuesto a emparentar con un xeno –un no griego– sino que prefiere que su hija case con un vástago de la Hélade –por vacaburro que éste sea–, engendre un montón de hijos y dedique su vida a dar de comer a su vasta familia, como es tradición entre los suyos.